Una tarde, caminado por el centro de la ciudad, Marie se detiene a mirar el escaparate de una tienda de muñecas antiguas. El dueño, un coleccionista de muñecas de porcelana, queda impactado por la inocente belleza de Marie. Pronto se encuentran de sorpresa en un parque y él no pierde la oportunidad de invitarla a salir.
Poco tiempo después, Claude -el coleccionista- pide la mano de Marie y contraen matrimonio. Marie sólo tenía 17 años y era inexperta en el amor. Cuidada por sus abuelos desde que sus padres murieron en un accidente, no sabía como comportarse en su noche de boda y se dejó llevar por su marido.
Claude tenía preparada un regalo especial: una caja con un vestido y botas de muñeca estilo victoriano hechos a la medida de Marie.
Su primer encuentro fue seguir una rutina en que Marie debía usar el vestido, después Claude la prepara para dormir como si fuera una verdadera muñeca. Marie sólo debía obedecer. Después de bañarla y ponerle una camisa de dormir, la acuesta en la cama y apaga la luz para que duerma.
Los días pasaron y las rutinas continuaron, Marie se transformó rápidamente en el juguete de Claude y eso la sumió en una profunda tristeza. El amor que sentía por su marido era tan profundo que en sus sueños deseaba estar íntimamente con él. Su delicada y suave personalidad le impedía exigir lo que anhelaba pero aún así intentaba acercarse, lo que provocaba el rechazo de Claude.
A pesar de lo hermosas que son muchas de las escenas de Marie-Poupée – dirigida por Jöel Séria, el mismo director de No nos libres del mal y protagonizada por Jeanne Goupil– recuerdo que sentí mucha nostalgia cuando terminé de verla. Esperaba una comedia con un toque de erotismo y finalmente fue todo lo contrario. A pesar de que la narración y actuaciones son un tanto naïve, la historia muestra desde un punto de vista literal el sometimiento al que tuvieron que adecuarse, en el pasado, muchas mujeres que no recibieron educación sexual ni de autoestima.
“Nunca envejeceré, siempre me veré como una muñeca para ti” es una de las frases que la desesperada Marie dirige a un desinteresado Claude. Su forma “masculina” de verla es casi decorativa, una mujer linda pero intocable. Su constante ausencia y distancia física hacían que Marie sintiera una intensa desesperación que la hacía buscar amor y comprensión en manos de personas que deseaban romper bruscamente su ingenuidad.
Un final dramático y el toque de fantasía con el que acaba la historia hacen de esta película un cuento de hadas. Aprendemos una moraleja, la desventura que es perder la identidad y someterse a los caprichos de otra persona por amor. Marie es la personificación de la complacencia y Claude de la superficialidad del placer y la dominación.
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