Un día la depresión pudo más. Connie Converse empacó sus escasas pertenencias en su Escarabajo Volkswagen dejando atrás cartas de despedida y el polvoriento archivo de sus canciones. Solamente después de cuatro décadas de darse por vencida con la música -y quizá de propia vida- sus grabaciones domésticas fueron publicadas en el disco “How Sad, How Lovely”.
Elizabeth Eaton “Connie” Converse creció en seno de una familia bautista en New Hampshire, Estados Unidos. Obtuvo una prestigiosa beca universitaria pero a los dos abandonó los estudios y su estricta crianza religiosa para probar suerte con sus composiciones en Nueva York. Instalada en Greenwich Village en 1949 comenzó a tocar para amigos acompañada únicamente de su guitarra.
Lo suyo era desgarradoramente confesional y humorísticamente honesto, un rasgo que la diferenció de beatniks y bohemios que apostaban por tonadas tradicionales o temas políticos. En sus letras hay frustración sexual, promiscuidad, fracasos sentimentales y soledad, tratadas con un inesperado guiño irónico. A mediados de los años cincuenta, Joan Baez y Joni Mitchell aún eran escolares. No se suponía que las mujeres pudieran hablar de frecuentar cantinas por la tarde (“Roving Woman”) y desear ser salvadas del pecado por alguien que “la lleve a casa”.
Estuvo en el lugar preciso pero en el momento equivocado. En 1961, el mismo año que Bob Dylan se instaló en el Village, Converse se mudó a Michigan abandonando sus aspiraciones musicales y entregándose a la depresión y el alcohol. Cuando rondaba los 50 años, en agosto de 1974 tomó sus cosas y partió sin paradero conocido.
A diferencia de otras musas folk rescatadas recientemente del olvido, Connie -que hoy tendría 91 años- no está presente relatar su historia, para sopesar sus años de silencio y disfrutar del éxito entre jóvenes fanáticos. Están sus grabaciones pero ellas no resuelven las dudas, ¿qué fue de ella?, ¿por qué se esfumó sin dejar rastro? Con ese halo de misterio es fácil intentar establecer paralelos con otra enigmática artista, la fotógrafa Vivian Maier. Ambas fueron descubiertas por accidente a décadas de su periodo más productivo y jamás conocieron el reconocimiento. En la obra de la una y la otra se revelan sus rasgos personales más oscuros y perversos. Las dos dejaron a la posteridad un inmenso registro que escasa gente pudo ver en su tiempo.
El hermano de Converse conserva su gran archivador metálico con sus diarios, composiciones para piano y carpetas minuciosamente rotuladas. “Es como si quisiera que fueran descubiertas”, explicó la cineasta Andrea Kannes, autora de “We Lived Alone: The Connie Converse Documentary”. Varias de las grabaciones exhumadas en el disco “How Sad, How Lovely”, editado en CD en 2009 y en vinilo en 2015, son cintas que envió a su hermano por correo. En una de sus cartas de despedida, además de alegrarse de la reciente dimisión de Nixon, implora: “Déjenme ir. Déjenme ser, si es posible. No me dejen, si no es posible. La sociedad humana me fascina y me abisma, me llena de dolor y alegría; simplemente no puedo encontrar un lugar para ser parte”.
Suena como: Molly Drake, Sibylle Baier.
Hit esencial: “How Sad, How Lovely”, su pequeño himno personal, una agridulce declaración de principios.
Canción oculta: “Honeybee”, las criaturas del bosque son el único consuelo de una Blancanieves desesperada.