Un manuscrito atado con una cinta de color rosa enviado por una joven desconocida. Así se explicó la aparición del primer tomo de Claudine, el travieso diario erótico de una colegiala provinciana de quince años de la campiña francesa. El escándalo creció y el éxito comercial se sumó para convertir a este best seller en la introducción de Sidonie-Gabrielle Colette en un Olimpo literario reservado exclusivamente para autores masculinos.París, 1900. Con la Belle Epoque en su auge, las artes y los adelantos científicos floreciendo, la capital gala es la ciudad de las luces de antes de la Gran Guerra, del Moulin Rouge, de la primera línea de Metro y la Exposición Universal. Con su moral laxa, Claudine se convirtió en el ícono de esta nueva era, encarnando nuevos valores y costumbres. “Claudine en la escuela” vendió rápidamente 40 mil ejemplares y comenzó una moda, con un helado Claudine, una tarta Claudine, un perfume y jabones, hasta una marca de cigarrillos Claudine.
¿Cuál era el irresistible encanto de este personaje? Como una Lolita rural, Claudine se deleita observando desde la distancia a hombres maduros que corrompen a adolescentes, las exploraciones sexuales entre alumnas y profesoras que seducen a sus asistentes. Mordaz, Claudine sólo interviene para acelerar una trama de la que se aburrió, deslizando pistas entre las risitas de sus compañeras. Entretanto, como para soportar la idílica pero soporífera vida de pueblo acepta entre el rol de dominatriz con Luce “que suspira por recibir golpes y caricias”. Hija de un distraído padre viudo más dedicado a sus estudios científicos que a una joven púber, encuentra refugio su biblioteca y su gata Fanchette quien como ella “también ama los libros como un anciano sabio” y posee “una conducta bastante indigna”. “Dos o tres veces al año te encuentro en el jardín, sobre las paredes, con una expresión loca y ridícula, y una recua de mininos a tu alrededor (…) ¡Oh, mi hermosa Fanchette blanca! ¡Te sienta tan bien portarte mal!”.
De niña a adulta, de campesina a mujer de la ciudad, en la serie compuesta por “Claudine en la escuela”, “Claudine en París”, “Claudine casada” y “Claudine se va” nuestra protagonista se transforma pero también Colette, quien revela unos apuntes profundamente autobiográficos. Sin embargos, su primeras referencias literarias no aparecieron originalmente bajo su autoría sino con el de su marido, Henry Gauthier-Villars -alias Willy-, un crítico literario que publicaba bajo su nombre las creaciones de un grupo de escritores fantasma. Con el rotundo éxito de la obra, su relación abierta atrae mirada morbosas: del brazo de él se pasea la velada escritora y Polaire, la actriz que encarnaba a Claudine en el teatro, ambas vestidas de hombre y con corte de pelo a lo garçon.
La historia, escasamente disfrazada en “Claudine casada” culminaría con su liberación de Willy, con la resaca del after party de “Claudine se va”. Con su consagración, la autora venerada por Jean Cocteau, Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir se negaría a habla de sus primeros tres títulos, considerándolos pueriles y ligeros. Para la crítica, de Claudine (1900) a “Gigi” (1944) la vida y obra de Colette ofreció nuevas dimensiones para dos francesísimos arquetipos sexuales: la colegiala seductora y la cortesana madura.