Diana Vreeland fue cuando nació Diana Dalziel y Dalziel significa: Me atrevo, en galés. Ese verbo “atreverse” encarna bastante bien lo que ella fue y lo que ella simboliza hasta el día de hoy, la mujer que transformo para Estados Unidos la moda en arte, una de las mas originales del siglo XX. Nacida en Paris en plena Belle Epoque, su infancia transcurrió entre veladas con Nijinsky y Diaguilev, coronaciones varias, bailes decadentes en el Jardín de Luxemburgo y bellezas exóticas, desde la maravilla de esos años empezarían sus primeros amores, los ballets rusos y no los rusos sino que Rusia, el color rojo y todo lo referente al gusto estrambótico de los ingleses .
Su madre solía cazar rinocerontes y era hermosa, siempre la despreció por ser fea, su padre era inglés, glamouroso e incapaz de expresar sus emociones. Diana nunca se quejó, solo se encargó de generar belleza hasta el día de su muerte y le adjudicó a los años de juventud la soledad y melancolía necesarias para que después todo se ordenara dentro de uno tal como la nieve nieva, la lluvia llueve y el sol ilumina.
De pelo negro color ala de cuervo y uñas eternamente rojas, fumadora incansable y adoradora del baile, de Japón, del agua (el calmante de Dios), de la mantequilla de mani (el mejor invento desde el cristianismo, según sus propias palabras) y de la ropa, por supuesto. Sucedió a Carmel Snow como editora en jefe de Harpers Bazaar y posteriormente lo fue de Vogue, su ojo clínico y explosiva imaginación le dieron fama mundial, su persona entera de pies a cabeza es un sinónimo de todo lo original y extravagante, su manera de hablar llena de frases grandilocuentes, e intensidad teatral sirvió de inspiración a Audrey Hepburn para crear a Holly Golightly, la heroína de “Desayuno en Tiffanys”.
Para ella el caballo de carrera era el ser con mas sentido de estilo del planeta ya que poseía esa cualidad extra de vigor, fuerza y energía, mucho más elegante que un ser humano por lejos.
Diana le inyecto arte a la moda, le dio un cierto aire de grandeza y de profundidad. Le propuso a la mujer estadounidense de mitad de siglo pasado, acostumbrada a servir al marido y a dedicarse a la casa: salir, trabajar, tener una pasión ademas de usar bikini, interesarse en la música, en las ballenas, en el kabuki, en la ciencia, leer a Marguerite Duras y a Truman Capote, soñar con el Medio oriente y con India; es decir construir un mundo interno y una personalidad propia.
Hablaba de estilo como si se tratara de una religion sin la que simplemente no se podia vivir y si bien eso puede sonar extremadamente vacío, ella no hablaba de tener mucha ropa ni de figurar en los eventos de moda, sino que de expresar lo tienes que decir a través de el personaje que tu misma te creas, la cultura, las ideas, las extravagancias. Para ella la única elegancia que existía era la que venia de la mente y con esa premisa toda su vida se entiende. Siempre buscaría mentes elegantes para trabajar. Con Cecil Beaton, Richard Avedon y Richard Linklater realizo las fotos mas icónicas que existen hasta el día de hoy en el mundo de la moda y que retrataban a una mujer fuera de norma, peculiar y exquisita .
Siempre adoró los defectos físicos en las modelos y exigía que estos se realzaran en las fotos: dientes separados, pies enormes, piernas kilométricas, cuellos extremadamente largos, narices prominentes. Solo pedía a cambio y con mucho rigor, languidez, locura y magia.
Angelica Houston, Penelope Tree, Che, Barbra Streisand, Lauren Bacall, Lauren Hutton y Marisa Berenson fueron antes que estrellas, modelos de Miss Vreeland. Ella vio la chispa antes que nadie y ese fue otro de sus grandes talentos, mostrarle a la gente lo que todavía no sabia que quería.
Diana, después de su paso por Vogue (de donde fue despedida), se puso a trabajar como consultora especial del instituto de Vestuario en el entonces obsoleto Metropolitan Museum of Art y su gestión fue tan importante que hizo que este se llenara de gente, colas de gente, hordas de gente, sus exposiciones son legendarias y la gala del Met que hasta el día de hoy es EL evento de la temporada y fue inventada por ella, solo que en esa época te podías encontrar con Andy Warhol, Yves Saint Laurent, Donna Summer, Michael Jackson, Debbie Harry, Mick Jagger, etc, etc, etc.
No me quiero extender en los dolores personales de Diana, porque a ella la aburrían – hay que recordar que tuvo un padre profundamente británico -, consideraba todo lo domestico y sentimental carente de interés y por eso su comunión con la belleza y esa felicidad extática que sentía al estar en contacto con ella eran tan vitales. La belleza y la originalidad la salvaron de la amargura, dentro de ese espacio propio en donde ella era reina y señora, escondía la tristeza y la desilusión constante que le provoco un marido adorado, muy guapo y profundamente infiel (algo muy constante en esa época) y una infancia solitaria y acomplejante (algo constante en todas las épocas).
“Tu imaginación es tu realidad”, decía, y esa frase la encarna completamente. Siempre contó su vida como una fábula y exageró lo que mas pudo cada evento para nunca jamas ser aburrida, tenia muy poco amor por la verdad absoulta de los hechos y encontraba que si una historia era aburrida aunque fuese cierta no merecía la pena ser contada, ni en una foto ni en una fiesta y ciertamente no en un articulo de revista “Lo único que existe en la vida, es la renovación constante de inspiración”, imaginar la soledad de Cleopatra caminando por los techos en una noche milenaria, la corte de ponis con pelos de sirena de Isabel I, una de sus ídolas, perseguir toda la vida el perfecto color rojo, el perfecto color verde, la peluca adecuada para ir a la guillotina, venerar la existencia del leopardo y de los elefantes, interesarse en el surf y en el skate, abrazar las preferencias sexuales con gracia y amar con pasión cada raza y cada aspecto que hace única a una persona, ser mas joven teniendo 86 años que cualquier joven de 18 años. “Cuando yo muera quizás voy a ser muy vieja decía, quizás tendré 80 o 90 años pero moriré muy pero muy joven”.
Diana tiene perfumes con su nombre, libros que agrupan los memos alucinantes que escribía a su staff, biografías y un documental muy lindo que se llama “El ojo tiene que viajar”. Toda una inspiración.