En un reciente viaje a Buenos Aires, Argentina, tuve el agrado de asistir a la exposición “Colores del silencio”. La muestra es un homenaje a Josefina Oliver (1875-1956) quien a los 17 años comenzó a escribir un diario de vida que, con el paso del tiempo, se transformó en 8.500 páginas divididas en 20 tomos escritos en tono victoriano. En ellos, además de narrar sin excepción lo que hacía día a día, incluía collages y fotografías tomadas y coloreadas por ella misma.
A los 20 años Josefina -gracias a sus vecinos- tuvo por primera vez en sus manos una cámara fotográfica y sin tener mucha idea de cómo utilizarla, comenzó a registrar escenas cotidianas: picnics y días de campo, a su hermana y amigos, su habitación, fiestas familiares. Iluminaba cada foto revelada con con colores a la albúmina, resaltando detalles dentro de sus composiciones, y luego las pegaba en su diario integrándolas en sus relatos. En estos diarios -redescubiertos por su sobrina-nieta Patricia Viaña- también hacía “pegotes”, nombre que ella daba a sus collages. Josefina, como era usual en su época, mantenía correspondencia con personas de otros lugares del mundo a los que enviaba una postal con su autoretrato en el que llevaba un antifaz para mantener el misterio.
Sus diarios de vida han sido un retrato íntimo y fiel de la vida de una talentosa mujer, pionera en la fotografía que nació un poco antes del inicio del siglo XX, época en que la educación para nosotras era reducida con suerte a la escolaridad y trabajos manuales como bordado, tejido y labores del hogar. Muy lejano al desarrollo personal del que, lamentablemente, se encontraban privadas y que muchas mujeres talentosas tuvieron que reprimir o vivir en secreto.
La única pausa que existe en los diarios fue durante tres meses en que Josefina vivió el profundo luto por la pérdida de su hija, luego de la muerte de un nieto recién nacido. Meses después de ese terrible suceso sufre la pérdida de su marido. Esas no fueron las únicas penas que dejó plasmadas en su diario, también lo fue, en forma de clave, la larga enfermedad mental que vivió su madre recluida en un sanatorio. Josefina escribió su diario hasta dos días antes de su muerte, el 23 de enero de 1956 y casi 60 años después, su sobrina los desempolva para compartir parte de ellos en una hermosa y profunda exposición.
La muestra está siendo exhibida en Palais de Glace, Buenos Aires, Argentina hasta el 1 de junio. A continuación podrán ver un video en donde Patricia cuenta como realizó este proceso.
Agradecimientos a Patricia Viaña y Palais de Glace.