Los álbumes de amistad son preciosos archivos donde amigas, generalmente adolescentes y veinteañeras (en ocasiones, incluso amigos), conservaban e intercambiaban recuerdos comunes, tales como anécdotas, dibujos, mechones de pelo y retazos de telas o papel con los cuales formaban figuras. Datan de principios del siglo XIX europeo, en plena época victoriana, bajo la cual existió un inusitado y refinado culto a los sentimientos de amor (algo que ya hemos visto en Pupa a partir de la joyería acróstica).
Estos álbumes estaban encuadernados con cuero y a veces la cubierta era decorada con el nombre o la inicial del nombre de la dueña. Sus páginas estaban en blanco (albus) para poder ser rellenadas por las amigas a lo largo del tiempo. Sobre ellas, las chicas se escribían dedicatorias y pequeños poemas, y dejaban por escrito acontecimientos importantes de sus vidas, tales como un noviazgo, un cumpleaños o la muerte de algún familiar o amiga/o, todo ello con una caligrafía muy cuidada y ornamentado con pequeñas pinturas a acuarela, tejidos confeccionados con sus cabellos, trozos de encajes y flores secas. Era muy habitual que las mujeres jóvenes de esa época aprendieran “labores femeninas” en sus escuelas, que aprovechaban de lucir en sus propios álbumes y los de sus amigas.
Tener un álbum de amistad era un bonito pasatiempo, en el que se exploraba la creatividad y la expresión más genuina del afecto. Una forma de expresar esos sentimientos era por medio de ilustraciones florales. En la época victoriana existía un lenguaje de las flores y cada cual poseía un simbolismo conocido por todos. Esta imagen corresponde a una página del álbum de una niña llamada Marie. En ella, su amiga Louise Rousser le escribió un poema y dibujó una morning glory, la flor del cariño.
Definitivamente los álbumes de amistad son un tesoro que debiera dejar de ser una antigüedad y convertirse en un objeto cotidiano, sobre todo en estos tiempos donde los manuscritos y las manualidades han sido casi olvidados…